Quien me acompaña

jueves, 3 de mayo de 2012

El mundo de Luisa


-Luisaaaaa…….vamos, que te has vuelto a dormir¡¡

Escuchó  la niña entre sueños mientras saltaba de la cama. Que rollo, otro día de cole, con lo que le gustaba  sentir  cómo se despertaba poco a poco, notar en su mejilla el cosquilleo del rayito de sol  que cada mañana se colaba entre los cristales de su ventana; le encantaba  abrirla para embriagarse del despertar de la pradera, impregnarse del  olor a hierba mojada, porque ella sabía cómo  olía la hierba mojada por el rocío ….y le gustaba jugar con su amigo, el espíritu de la montaña….él la mimaba y ella le sonreía.

 -Ya voy cascarrabias¡¡¡

Contestó  Luisa al hombre a quien sus padres le habían pedido por favor que la acompañase al  cole, quisiera o no. Ellos no podían y la consideraban muy pequeña aún para recorrer los 2 km. que distaban hasta el pueblo, con 8 años que tenía ya (pensó la niña). No entendía por qué tenía que saber inglés, matemáticas y lengua. Su vida transcurría apaciblemente entre aquellas montañas que la habían visto nacer, crecer, reír y llorar….se dedicaría al cuidado de su rebaño, vender leche y leña, tal cual hacen ahora sus padres. Por qué no la dejaban vivir entonces?, por qué tenía que ceñirse a las normas?, por qué la empujaban?

Bajó corriendo las escaleras, tomó de un trago la leche que su madre le ofrecía y se plantó en un pis pas delante de Tomás, quien la esperaba ya con el ceño fruncido, los brazos cruzados y un suave movimiento de pies que denotaban impaciencia. Pero ella conocía a su vecino, sabía que era su debilidad y con la más ingenua de las sonrisas cada mañana conseguía calmar la desesperación de éste por tener que esperarla.

-No me hagas la pelota que me tienes muy enfadado, carraspeó ya con una risilla que empezaba a adivinarse en la comisura de sus labios.

Aunque al principio fue una lata tener que acompañar cada día a aquella muchachita, ahora lo hacía encantado pues no había conocido niña más inquieta y curiosa  que ella y aunque resultaba agotadora, irradiaba energía y vitalidad por todos los poros de su piel.

Siempre  seguían el mismo ritual: la cogía de la mano y ella caminaba a base de saltitos, canturreando y poniéndole al corriente de todo lo acontecido en su vida desde que la dejara el día anterior.

-Anda, vamos,  que me haces llegar tarde siempre, a pesar de ser el maestro.

Pero la niña no hacía caso, inmersa en su propio mundo.

-Tomás, mira, ha nacido una flor aquí..

Mira, mira…el conejito de ayer, vuelve a salir a saludarnos¡

Este mediodía cuando volvamos del cole y tengamos tiempo te voy a regalar una corona de flores, la más bonita que te hayan hecho nunca, a ver si alegras esa cara. Y te digo una cosa…que yo no voy a crecer, nunca voy a ser mayor si eso significa no reír y solo gruñir y gruñir….aunque tú seguro que ya naciste enfadado¡¡.Y Tomás, paciente, no la soltaba de la mano porque si lo hacía sabía que se perdería en su mundo, en aquella pradera de ensueño que la envolvía. Ahora, tenía claro que llegarían tarde a comer……si Luisa se había empeñado en hacerle una corona de flores…..Luisa le hacía la corona de flores…a tozuda tampoco le ganaba nadie. Rió  para sus adentros y bajó la guardia…….bueno y qué?.No  estará nada  mal soñar por un ratito…. disfrutaría de su corona….acompañaría a Luisa en sus sueños y recordaría lo que es sentirse un poco “niño”.  Hay  q ue fastidiarse la niña, como se había adueñado de su voluntad.                                                                            
                                                    
                                                                                                                



1 comentario:

  1. nada como la ternura de un niño, sin querer se apodera de nosotros, saben vivir el momento y disfrutar de la tierra, los pajaros, las flores.....seamos un poco niños como Tomas, muy bueno Cloe

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